viernes, 14 de noviembre de 2014

Años de más

Quizás noviembre sea mi mes favorito. No es esperanzador como junio, que anticipa un verano que siempre tarda en llegar. Tampoco es como agosto, lleno de ilusión y locuras, ganas y amor. Ni mucho menos, como enero, que dice que todo lo puede.

Noviembre llega despacio y sin hacer ruido. Noviembre es el olor a castañas y la sonrisa de aquella señora que las cuece, la de cada año y donde cada año. Noviembre es una manta y un café humeante en un día de lluvia. Es un abrazo bajo el edredón y cuellos que se enrollan a bufandas que huelen a recuerdos. Son abrigos nuevos y zapatos rescatados del cajón. Son ganas que se desnudan. Años de más y meses de menos.


Noviembre es empezar de cero. Es decir adiós al verano que ha tardado en irse y dar la bienvenida al frío que muchos esperaban con ansias. Noviembre es nostalgia. Y darse cuenta de que el año ha pasado demasiado deprisa. Y automáticamente, son balances, de los retos que hemos podido cumplir y aquellos que abandonamos la primera semana. Balances, y valoraciones y quizás también algunas lamentaciones. Porque, sin que nos hayamos dado cuenta, noviembre se nos ha echado encima.

Las luces de navidad ya empiezan a adornar las calles más inhóspitas y también las más majestuosas. Los gorros y guantes nos piden que los saquemos a pasear. Las tardes en la cafetería de la esquina se convierten en la mejor opción y los cumpleaños se celebran en casa, con aquellos que de verdad nos importan. Nada de barbacoas en las que todo el mundo está invitado, aunque debo admitir que se echan de menos.

Noviembre es mi mes. Hoy es mi día. Y lo único que puedo hacer es dar las gracias. A la vida, que es extraordinaria aunque a veces se nos olvide. A mis padres, por haberme dado tanto, por ser mis incondicionales. Gracias a mi familia por quererme siempre aunque se haga difícil. A mis amigas, por estar ahí día sí y día también. A él, a ellos. A todos los que me han hecho reír, y gracias también a los que me han hecho llorar, porque de todo se aprende. A  los que me han animado a que siga mis sueños y a los que han hecho posible que los consiga. Gracias a todas las personas importantes en mi vida, aquellas que hacen que todo tenga sentido y sin las cuales nada valdría la pena.


Noviembre es mi mes. Hoy es mi día. Un viernes de etiquetas y deseos, de sueños y promesas. Un viernes cualquiera, pero sin duda un viernes especial.

-M.

domingo, 12 de octubre de 2014

Y vivieron felices

Examinaba cada detalle con minuciosidad de artista. Desdibujaba cada beso, cada te quiero.  Rebuscaba entre sus recuerdos intentando averiguar en que momento lo suyo dejó de ser real. Pintaba sonrisas de acuarela y lágrimas saladas. Y se repetía que era demasiado mayor para creer en cuentos de hadas.

Y día tras día, el mismo pensamiento conquistado por el deseo de volver atrás. ¡Qué pasión más masoquista! ¡Qué chica tan estúpida, que sueña despierta, que ríe por no llorar, que no quiere dejar de quererle!

Porque siempre le pareció imposible.

Desde que lo vio supo que perdería todas las batallas que a él le enfrentasen. Y así fue. Perdió su independencia, su orgullo y su mirada pícara. Por perder, perdió hasta el norte. Su mundo se paralizó, y él paso a invadir cada uno de sus pensamientos, cada espacio de su intimidad, cada poro de su piel. Era ÉL. Y ambos lo supieron.

Jugaron durante meses a quererse, a respirar sus deseos, a predecir sus sentimientos. Desafiaron al tiempo robándole horas a los segundos. Pasearon de la mano durante largos días y eternas noches. Se aprendieron de memoria el sabor de sus besos y la amargura de sus despedidas. Fusionaron sus almas y fueron vida. Pero quisieron ser más. Y mejor.



Pero en algún momento entre el amor y la obsesión, los renglones de su historia empezaron a escribirse torcidos. Recurrieron a los recuerdos hasta que la realidad se hizo demasiado latente. Y el silencio escribió el final de su historia.

Poco más supieron el uno del otro. Ella analizaba cada segundo que pasó a su lado; él se empeñaba, sin éxito, en olvidarla.



Pero su amor siempre había sido demasiado fuerte. Y del mismo modo en que los separó, los volvió a unir. Ya no con esa pasión desenfrenada y esa locura propia de adolescentes. El tiempo lo hizo despacio, sigiloso y con cautela para no estropearlo. 



Y entonces, duró para siempre.



-M.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Bienvenido

Bienvenidos los llantos y las noches sin sueño. Bienvenidas las primeras sonrisas y los centímetros imprescindibles. Bienvenidos los biberones, los pañales y la ropa que se queda pequeña.

Bienvenido a casa. Y bienvenido a un viaje que, por suerte, hacemos juntos.


No puedo asegurarte que sea fácil. A penas llevo 20 años aquí y he sentido pena, rabia y dolor en más ocasiones de las que querría. He llorado quizás demasiado. Me he decepcionado al ver el mundo que hemos creado y he sufrido pensando en el porvenir.

No puedo asegurarte que sea fácil. Pero te prometo que valdrá la pena: por cada experiencia que te hará crecer; por cada buen recuerdo que guardarás como un tesoro; por cada pedacito de esperanza que te impedirá abandonar cuando huir parezca la única salida. Por cada granito de arena que podrás aportar; por cada persona que conocerás, por cada lección que aprenderás y por cada sueño que cumplirás.
Por todo el amor, la fe y la belleza, valdrá la pena.

Y valdrá la pena porque, a pesar de todo el sufrimiento y el dolor, cada página en blanco es una nueva oportunidad. Y tú tienes el libro entero por empezar.

Así que tómate tu tiempo, no te asustes, ni tengas miedo a equivocarte. Porque serán tus errores los que forjaran el hombre en el que te convertirás. Déjate llevar. Quiere profundamente, saboreando cada instante y asumiendo cada una de las consecuencias. Ríe hasta no poder mas. Besa hasta que tus labios se desgasten. Imagina las historias más increíbles, y sueña los deseos más impensables. Lucha como el que más y, cuando las cosas se tuerzan, llora hasta que no caigan más lágrimas.

No puedo darte grandes consejos, pero si me lo permites, te diré que tienes por delante la mejor y más emocionante de las aventuras. Aprovéchala, aprende de ella y, sobre todo, vívela. Al fin y al cabo, la vida es un regalo, pero solo tú puedes decidir que hacer con él.

Bien venido. Y por fin llegado.

-M.

lunes, 21 de julio de 2014

Lo que esconden mis palabras

Siempre he pensado que es más fácil fingir que enfrentarse a la realidad. 

Es más fácil aparentar que no te quiero ni te busco en cada mirada. 

Es más fácil no exteriorizar lo que siento, porque al hacerlo se vuelve real. 

Es más fácil no apostar, porque así no habrá nada que perder. 

Y sin duda, es más fácil callar, porque así sobran las explicaciones. 

Sin embargo, y pese a nuestro empeño en resultar inmunes a la realidad, siempre seremos esclavos de nuestras palabras. Nos anclaremos a ellas y las usaremos, aunque no queramos, para expresar nuestros más ocultos pensamientos. 

Por eso a menudo mis palabras esconderán miedo. Miedo a darte todo lo que soy y que puedas quitármelo. Miedo a la soledad y al paso del tiempo. Miedo a ser cobarde y dejar que mis temores se impongan, apoderándose de cada uno de mis sentimientos hasta inmovilizar el menor resquicio de esperanza que me pueda quedar.

En ocasiones, mis palabras esconderán amor. Un amor que nunca pronunciaré. Un amor que quizás nunca llegue a reconocer. Pero no por eso un amor menos sincero.

Otras veces, mis palabras esconderán sufrimiento. Días, meses o años de problemas contenidos, ahora demasiado ocultos para hacerse públicos. 

En otros casos, mis palabras esconderán vergüenza e incluso falta de confianza. Cada palabra que escribo, supone para mí un gran reto. Porque cada pensamiento sobre papel es una prenda que se desliza por mi cuerpo. Y así, mis ideas escapan sigilosamente para construir las palabras que ahora escribo.

Pero siempre, mis palabras esconderán sinceridad. No hay mal interpretaciones posibles ni enredos que quepan. Lo único que esconden mis palabras es mi más sincero y profundo "YO".

Así que ya ven. Nunca escribo todo lo que pienso, aunque, en definitiva, todo lo que pienso está escondido en mis palabras. Porque no soy solo lo que digo, sino también lo que callo.

-M.

lunes, 9 de junio de 2014

Si lo nuestro es esperar...

"¿Y para qué medir el tiempo si lo nuestro es esperar? ¿Para qué sentirnos ciertos, si la vida nos da igual?"

Nos empeñamos en calcular y dominar el tiempo, ignorantes de que es él quien, en todo momento, nos hace bailar como marionetas al ritmo de su música. Y es que, al final, nos pasamos la vida esperando. A que llegue el viernes, el fin de exámenes, el verano, el hombre de nuestra vida. Y entre espera y espera, el tiempo se nos escurre por unas manos que envejecen demasiado rápido. 

Y el tiempo nos gana una batalla.

Pero en nuestro poder está ganar la guerra.

Es lunes, ¿y qué? Es el día de volver al colegio, a la universidad o a trabajar. De volver a ver a esas personas que se encargan de arrancarnos una sonrisa en nuestros peores días y de regalarnos otras tantas para hacer la rutina más fácil. Es día de gimnasio, si es que la pereza no nos vence. Es día de novedades, de contar todo aquello que el fin de semana nos ha regalado y de ver aquella serie que tanto nos gusta. Es día de encarar una semana que seguro que será sorprendente. 

Ya lo decía Serrat, "hoy puede ser un gran día". Plantéatelo así. Disfruta de cada detalle, por pequeño que sea, porque una vez pase, no volverá. Y entonces solo tendremos dos opciones: pasarnos la vida esperando a que vuelva a pasar algo, o hacer que pase.



"Yesterday is history; tomorrow a mystery; today is a gift, that's why they call it present "

-M.

lunes, 2 de junio de 2014

Y llegas tú, y me rompes los esquemas. Y todo lo que hasta ahora parecía inamovible se desvanece ante tu mirada inofensiva. Y poco a poco, del mismo modo que el cansancio vence mis párpados cada noche, tu sonrisa me va matando lentamente. 

Y mi corazón, que había jurado y perjurado no volver a enamorarse jamás, se rinde a tus deseos. Mis horarios se restablecen para compaginarse con los tuyos. Hasta mi respiración parece querer compenetrarse con la tuya.

Y lo hace. 

Y dejamos de ser tú y yo, y nos convertimos en nosotros. Un nosotros, con nuestros planes, nuestras bromas, nuestras discusiones. Un nosotros aparentemente inocente que deja de serlo con cada sonrisa de complicidad, con cada mano que se entrecruza, con cada mirada.

Y de nuevo me sorprendo a mí misma, entregándote cosas que no creía tener y prometiéndote un amor que no había pertenecido a nadie más que a mi orgullo.


Tú y tu forma de hacer que hasta lo imposible sea fácil. Porque estamos juntos, y ahora es eso lo que cuenta. Ha dejado de importar quiénes fuimos, qué quisimos o qué hicimos. Ahora solo estas tú. Tú y tus ganas de hacer que salga bien. Tú y tus promesas. Tú, y yo.

M.

lunes, 12 de mayo de 2014

Soy fan


Sin duda alguna y, a pesar de todo, me declaro fan de la vida. 

Fan de las mujeres que dejan a un lado su orgullo y dan el primer paso.


Fan de los hombres con traje que defraudan a su seriedad cuando juegan con sus hijos y se convierten, en efecto, en un niño más.  


Fan de la piscina. Y de tirarse de bomba sin importar la edad que se tenga.


Fan de los parques, que ven nacer grandes historias. 



Fan de los niños y sus miradas inocentes. 

Fan de la luna y de las estrellas.


Fan del olor a café o a gasolina. El olor a césped recién cortado, a tu colonia o al de los libros que abres por primera vez.

Fan de la música.


Fan de las fiestas y de las tradiciones. 


Fan de las reuniones, no importa que sean de vecinos, de trabajo o familiares, aunque sin duda las últimas son las mejores.


Fan de los besos desinteresados y las sonrisas sinceras.


Fan de los recuerdos y los viajes al pasado, pero siempre con la mirada puesta en el presente.

Fan del "al mal tiempo buena cara".

Fan de los amigos, los de verdad. Los que están ahí pase lo que pase y los que, a pesar de todo, te siguen queriendo.


Fan de los "hasta luego" y los reencuentros.

Fan de las vacaciones, de verano o de invierno, eso es lo que menos importa.

Fan de las flores que decoran los salones y alegran las calles.


Fan de ti. Y de cada uno de tus gestos.


Fan de los bailes en pareja, los bailes de grupo y los que se hacen delante del espejo.


Fan de la sinceridad, o la honestidad. La generosidad, la belleza y el optimismo.


Fan de los "buenos días" y las "buenas noches". 

Fan de los tacones y los bolsos caros. Pero también de los vaqueros y las camisetas básicas. Pueden resultar incluso más elegantes. 


Fan de las comidas que se convierten en cenas y acaban con un desayuno después de salir de fiesta.


Fan de la brisa del mar cuando acaricia mi cara.

Fan de las cervezas con amigos.

Fan de las tardes de lluvia acompañadas con chocolate caliente, sofá y manta.

Fan de la familia que, pese a que no es familia, se ha convertido en ella.


Fan de las noches en vela. Y las noches a tu lado.

Fan de las bañeras con sales y aceites. Y de las duchas rápidas porque "he quedado y ya estoy llegando tarde".



Fan de los viernes, y de los sábados. Pero también de los domingos, lunes y martes porque, aunque todos digamos lo contrario, también nos gusta volver a la rutina.

Fan de los padres, nuestros incondicionales. Y de los abuelos, que nos consienten lo que queremos, nos cuidan y nos defienden. 


Fan de los chistes malos que nos hacen reír.

Fan de mi cara de tonta cuando hablo de ti.


Fan del mundo, de la vida y de los sueños. Porque detrás de cada mala noticia, de cada día gris, y de cada lágrima, hay millones de motivos para mantener la esperanza, largos días de sol y mil y una razón para sonreír.


M.