lunes, 2 de junio de 2014

Y llegas tú, y me rompes los esquemas. Y todo lo que hasta ahora parecía inamovible se desvanece ante tu mirada inofensiva. Y poco a poco, del mismo modo que el cansancio vence mis párpados cada noche, tu sonrisa me va matando lentamente. 

Y mi corazón, que había jurado y perjurado no volver a enamorarse jamás, se rinde a tus deseos. Mis horarios se restablecen para compaginarse con los tuyos. Hasta mi respiración parece querer compenetrarse con la tuya.

Y lo hace. 

Y dejamos de ser tú y yo, y nos convertimos en nosotros. Un nosotros, con nuestros planes, nuestras bromas, nuestras discusiones. Un nosotros aparentemente inocente que deja de serlo con cada sonrisa de complicidad, con cada mano que se entrecruza, con cada mirada.

Y de nuevo me sorprendo a mí misma, entregándote cosas que no creía tener y prometiéndote un amor que no había pertenecido a nadie más que a mi orgullo.


Tú y tu forma de hacer que hasta lo imposible sea fácil. Porque estamos juntos, y ahora es eso lo que cuenta. Ha dejado de importar quiénes fuimos, qué quisimos o qué hicimos. Ahora solo estas tú. Tú y tus ganas de hacer que salga bien. Tú y tus promesas. Tú, y yo.

M.

No hay comentarios:

Publicar un comentario