Ayer, como
cada domingo, vi el programa de Ana Pastor, El Objetivo. El tema principal era la bajada de
sueldos que se había llevado a cabo en España en los últimos años, a la que se sumaba el encarecimiento de la vida
cotidiana. Todos estos datos los comparaban (¿como no?) con nuestros vecinos de
Europa: Alemania, Francia e Italia.
A raíz de
estos datos, empecé a pensar en la España que nos espera a los jóvenes. La
situación se nos presenta complicada. España no nos garantiza un buen nivel de
vida, y pese a que nos aferremos a la idea de "quedarnos en casa", el
futuro pasa por Europa. Una Europa competitiva, eficaz y claramente más
preparada según los informes. Ya no basta, pues, con defenderse en inglés y
tener una carrera. Ahora, debemos dominar a la perfección dos o tres idiomas (además
del español, por supuesto) y ser expertos en varios ámbitos. La experiencia también es fundamental y nos recomiendan que empecemos a trabajar cuanto antes.
Pero, ¿cómo
pretenden que compaginemos ambas cosas? Si te preocupas por los estudios, y
dejas a un lado las prácticas, el acceso al mundo laboral será difícil porque
te reprocharán que no tengas experiencia. Si, por lo contrario, te incorporas
cuanto antes al mundo laboral, no estarás lo suficientemente preparado para competir con las dos carreras y el dominio de tres idiomas de tu compañero
alemán. ¿Entonces, donde tienen cabida los jóvenes españoles?
Quizás esto solo lo averigüemos a medida que pasen los años. Aun así, es triste pensar que España tenga a su disposición miles de jóvenes, brillantes y con ganas de aprender, y deje que se vayan. Porque, seamos realistas, los jóvenes de hoy somos el futuro de mañana. Y un país sin jóvenes eficientes no deja de ser un país sin ilusión, sin ambición y sin deseos de prosperar.
M.
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